La incorporación de típicos paisanos del campo argentino, caracterizan la obra del artista.
Las figuras las completa con elementos del paisaje o de la actividad del hombre de campo, creando verdaderas escenas costumbristas. En Campestre por ejemplo, toma una familia de labriegos sentados a la sombra de un árbol, con una naturaleza muerta adelante y otras figuras atrás en actitudes de reposo.
También le atraen los temas con carros y carretas al paso o detenidos a la sombra de los árboles, ofreciendo su mercancía o trasladando el producto de las cosechas. En 1927 pinta La carreta, una obra en témpera donde se observa una carreta cargada de piedras de proporción marcadamente horizontal. El fondo es un campo de trigo y sierras bajas que acentúan la horizontalidad. La técnica empleada le da una opacidad que recuerda al pastel, incluso por los toques.
Hay que agregar dentro de estos temas los cuadros en los que el protagonismo lo reserva para los animales de campo, como Ovejas negras, caballo y cabritos.
Pintado solos o con pastores en paisajes, los cabritos aparecen reiteradamente en su obra. Pero su preferencia sin lugar a dudas, estaba en los caballos. Éstos reaparecen siempre en sus temas rurales, atados a un palenque, junto al rancho, a la sombra de árboles, esperando a su jinete, en grandes telas o en pequeños esbozos. Domina sus formas, sus proporciones, sus poses de reposo y sus movimientos en la marcha.
Las figuras campesinas hacia las que ya había demostrado interés en Buenos Aires, son en Mendoza, fuente inagotable de su producción como las escenas de labores rurales o figuras individuales.
Varios son los cuadros de tipos criollos que se escalonaron en todos estos años de pintura mendocina como Vendimiadora II, enviada al Salón de Tandil. Su intención es destacar el atuendo que usaban las vendimiadoras, pañuelo blanco cubierto por sombrero de paja o feltro. El fondo de viñas y montañas.
Los panes, es una pintura muy significativa de la madurez alcanzada por el pintor. A las características señaladas de construcción, equilibrio clásico común a todas sus obras, agrega una forma inédita de simplificaciones por planos casi geometrizados y una monumentalidad en la figura abarcante de toda la superficie del cuadro.
El tipo criollo de negras trenzas que coronan toda su cabeza, labios gruesos muy perfilados, nariz ancha, hermosos ojos serenos, tez oscura, definen características muy distintas de sus modelos de la época de Buenos Aires. La forma clásica está dada por el esquema piramidal que la contiene.
La precisión de los contornos, el agrisamiento de los planos recuerdan un tanto a algunas obras de Spilimbergo. Luces y sombras con transparencias y reflejos y pincelada visible acentúan su modernidad.
En Viejo arriero, utiliza un modelo que Cascarini reprodujo en varias de sus obras, es una figura de piel curtida, de perfil aguileño, barba rala, cabellos semilargos, viste poncho, pañuelo al cuello y chambergo, al que se agrega un fondo de serranías.
La feria es un cuadro compuesto por varias figuras, bien ambientado en paisaje pueblerino de casas y tienda improvisada sobre palos, con movimiento de figuras.
Las figuras campesinas se repiten de cuadro a cuadro, de frente o de tres cuartos. Entre pámpanos y Frutales, muestran figuras llevando cestas con el producto de la cosecha, las uvas negras o las rojas manzanas. En estas obras, logra interesantes tipos de grata presencia, buenos movimientos en el esfuerzo de cargar cestas.
Cosechador, es un modelo joven, rostro de frente, con bigote sin barba. Viste camisa blanca y fondo de montaña. Existe boceto anterior realizado en carbonilla con toques de blanco muy bueno, que luego lo ha llevado a la tela al óleo. Este cuadro, que pertenece a la familia, es notable por el dominio que todavía evidencia de su oficio a los ochenta y seis años de edad.
Los colcheros, es una composición muy bien resuelta, impresiona como una visión espontánea. El motivo es complejo, con numerosas figuras y varios caballos y mulas, bajo la sombra de los árboles. En primer plano, a pleno sol destaca un caballo y un hombre detrás que parece estar desensillando. El segundo plano lo forman hombres en actitudes de reposo y una serie de colchas artesanales en el piso y sobre un alambrado. Detrás, y a la izquierda, varias mulas atadas por sus cabestros a un árbol. Hay una marcada horizontalidad que le permite desarrollar el amplio motivo, alternando zonas de luz y de sombras y, al mismo tiempo, logrando integrar las figuras de los distintos planos.